miércoles, 25 de julio de 2012
Luciérnagas para la sed
No sería ésta la noche que elegiría para llamarte. Te adiviné sola, rodeada de gente, en alguna terminal de Londres o de Madrid. No sería ésta la noche que elegiría para llamarte si no me hubiese encontrado en el noticiero un informe sobre el paro en los aeropuertos. Debí llamarte antes, lo sé, pero tampoco pensaría en hacerlo esta noche de no ser por el noticiero y el informe. Y ahora, sentado junto a la mesita del teléfono, con la tarjeta que me diste en aquel tour por Santiago, con la anotación mecanografiada “Si se pierde llame a este número” y tu nombre impreso en el reverso, ahora, años después, aunque esté en mi casa, sigo perdido y pienso en llamarte. Pero mejor será que no lo haga, mejor será que suba a la terraza y siga viendo el cielo chispeante de luces mezclándose entre las estrellas, y piense que en alguno de esos aviones estás vos.
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