miércoles, 25 de noviembre de 2009

Miércoles 25 de noviembre de 2009

Un tema muy importante que requiere ser explicitado por las señoras viejitas que toman té, es el del racismo. Estas señoras se creen parte de un mundo que no conocen. Más aún, se ven voceras de una realidad de la que son completamente ajenas. Se consideran los mandamases de una sociedad que no conocen en lo absoluto. Viven encerradas en sus burbujas, con sus amigas, con sus tés y sus realidades particulares sin ver nunca la realidad en su conjunto. Son, en resumen, cierto nivel ultra conservador que critica todo lo que puede poner en peligro su realidad. Un buen ejemplo de esto son “los negros”, que hacen “menos segura” su realidad. Pareciera que este color de piel trae aparejados miles de problemas, de complicaciones, en fin: de peligros. Pareciera que son gente que viene a atentar –adrede, está claro- contra su estilo de vida. Parecieran ser personas que tienen la maldad en la sangre, que son “malos por naturaleza” (está claro que para decir estas cosas necesito ponerle comillas para aclarar y sobreaclarar que no es mi pensamiento, sino el pensamiento de la gente que busco retratar).

En resumidas cuentas, está claro que esta gente va a criticar a todos aquellos que buscan modificar su conservador estilo de vida. Si los demás están mal, es porque quieren. Para ellas, que nada cambie, es la mejor forma de progreso que pueda existir. Está claro que progresistas no son.
De esta manera, criticarán a sus nueras por haber interrumpido en su estilo de vida: les han quitado sus hijos. Con los políticos peronistas, quizás, por haber atentado contra su oligarquía (sin tampoco demasiado éxito dándole mayores posibilidades a las clases bajas). Contra los “negros” por haberles quitado esa supuesta seguridad que había en la Ciudad de Buenos Aires, ese lugar tranquilo y apasible que era Buenos Aires hace 100 años. ¡Los militares! ¡cómo me estaba olvidando de ellos! Estos seres uniformados que dicen traer la paz, la seguridad y el orden. ¡Éstos son los políticos amados de estas señoras! Claro, ¿cómo no lo vi antes? ¡quieren paz! Bueno, ya lo dije: pseudo paz. Quieren que nada cambie. Y nada mejor que un buen grupo de militares para asegurar la falta de cambio y el progreso de las clases sociales que siempre estuvieron bien, y el hundimiento de los peligrosos, de los subversivos , en fin: de los pobres y de aquellos que piensan diferente.  Ya lo dije: de todos aquellos que atentan –o que son potencialmente “atentadores”- de su estilo de vida.

Creo que ya tengo un título –al menos temporal- para el texto: “Club del Progreso”. Quizás haga el contenido demasiado evidente para alguna persona habituada al sarcasmo, pero aún así puede ser interesante. Ese sarcasmo me gusta. Que se trate de un club puede, además, darle un contexto social que me permita profundizar aún más la ironía. Puede tratarse de, por ejemplo, una reunión de beneficencia. No no, eso no me gusta. No va con lo de que “los pobres son pobres porque ellos quieren”. La beneficencia no parece necesaria. Aunque, podría armarse un club rival: el “Club de Señoras”, donde estas señoras han comenzado a hacer beneficencia en iglesias, y estas otras señoras (las “de acá”) se sienten celosas y arman su propio club. Podría ser, incluso, la primera reunión del club.

Por más que lo piense, no logro imaginármelo más que como obra de teatro, o quizás como escena (larga) de una película. Es decir, como un corto cinematográfico. Me imagino bastante poco a un narrador comentando lo que pasa (quizás solamente como didascalias).

Pienso en cuatro personajes. No sé bien sus nombres aún. Una tiene que llamarse Rosa. No puedo dejar de pensar en el nombre “Rosa” cuando pienso en estas señoras. Otra bien puede ser Clara, otro nombre de época. Una Araceli no podría faltar… desde luego que estoy pensando en mi abuela. Ahora que lo pienso, no está tan mal imaginar un grupo de gente basado en personas que conozco. Así, otra podría llamarse Leonor… en honor a la tía de Lucía, la amiga de Angie. Leonor es una señora considerablemente culta… pero desde luego, tiene una nariz bastante parada. No sé si alguien como Leonor puede dar con el perfil de las señoras que se juntan a tomar el té y hablar de pelotudeces, pero puede llegar a servir como referencia. Luego los personajes irán tomando vida propia y teniendo sus propias existencias. De eso se trata al fin y al cabo, me parece: no crear personajes, sino personas. No hablar de mí, sino hablar a través mío por boca de otros, contando mis verdades.

Me acuerdo de C, la chica que conocí, amiga de B. No sé por qué se me da para personaje de esta novela… claro que unos 60 años mayor.

¿Qué edad tendrán estos personajes? ¿60? ¿70? ¿80? Creo que 80 es demasiado, y 60 demasiado poco. Entonces 70 será un buen número… un número promedio entre mis dos extremos.

Un fonógrafo. Un pasadiscos atrás, con música de… de… ¿de Edith Piaff y nadie la entiende? ¡Una pianista! Claro. Estoy pensando en cuatro personajes demasiado iguales cada vez que me descuido: una de ellas es pianista y lleva la música de unos cuartetos de Beethoven, y las otras tres son poco entendidas. Pero quizás una de ellas dice que le gusta mucho, y habla de la pieza… aunque en realidad no entiende nada. Ahí está: ahí está el relator, ahí todo empieza a cobrar sentido. Al menos, el relator empieza a cobrar sentido: el narrador cuenta las cosas que no se dicen. El narrador cuenta lo que pasa por la mente de los personajes. Cuenta las cosas que pasan pero no se convierten en acciones: cuenta lo que no se dice, cuenta lo que no se hace. Es ese personaje que sabe lo que pasa, pero no hace. Es ese yo, de alguna manera, que se queda pensando sobre lo que ve pero no toma cartas en el asunto.

Entonces voy teniendo a Clara, una pianista frustrada que no ha llegado a hacer nada con el piano (¿no me suena de algún lado?); a Rosa, que le gusta todo lo que está pasando (quizás la más gagá de todas); a Araceli, una fanática de la cocina… que seguro lleva una torta o unas masitas caseras a la reunión; y a Leonor, una fanática literaria que ha leído muchísimo sobre poesía (la pucha, tendría que conocer sobre poesía para esto)… o quizás simplemente conoce sobre escritores, sobre literatos… pero que en el fondo es una fanática de Dan Brown y no quiere decirlo porque no está bien visto.

Supongo que esto tiene que ver con lo que decía Rosa Montero citando a no sé quién: todo escritor joven habla de sí mismo aunque hable de los demás… pero bueno, soy un escritor joven, para qué negarlo.
¿Dónde se juntan? Analicemos las cuatro posibilidades: 1. Se juntan en la casa de Clara… seguro hay un piano, y ella se ofrece constantemente a tocar, pero ninguna de las otras tres quiere oírla. Bueno, tal vez esto pueda pasar en la casa de cualquiera de las otras tres. Digo, puede haber un piano en la casa de casi cualquiera si tiene más de 70 años. Antes el piano era más habitual que ahora. Todas las “señoras bien” tenían su pianito.

Desde luego, Clara tiene que haber aprendido a tocar por “solfeo”. Tendría que investigar más sobre este tema, sobre el que mi abuela siempre cuenta. Ella aprendió un poco de piano así… y era la práctica habitual de la época. Temo encontrar poco de esto en internet, pero nunca está de más investigar.

Voy a ir comenzando un perfil sobre los personajes:

Clara.
Fanática del piano… le gusta mucho escuchar música, pero nunca se sintió bien tocando. En realidad, nunca le gustó demasiado tocar, pero era lo esperable para una “señora bien” como ella. Era la manera de conseguir un buen marido. Desde luego, nunca lo consiguió. Su familia considera que es culpa de ella no haberse casado nunca… en realidad: se lo reprocharon siempre, pero ahora todos están muertos y eso sigue existiendo adentro de ella. Sin embargo, es la que propone la música de la noche y lleva algunos vinilos para escuchar. Esto potencia la posibilidad de que sea la reunión en la casa de ella.

Rosa.
El personaje quizás más simple que todos los demás. Está bastante sorda, y le gusta todo lo que escucha porque se imagina lo que quiere escuchar. Incluso le gusta escuchar a Clara al piano, porque no siente diferencia entre ella y cualquier otro. Sólo llega un murmullo a sus oídos. ¿Qué es lo que tiene de particularmente interesante? ¿qué la hace especial y atractiva para la trama? Quizás tiene un gusto muy desarrollado. Quiero decir: un sentido del gusto muy desarrollado. Identifica de buenas a primeras los ingredientes de la comida que ha llevado Araceli, para disgusto de Araceli. Incluso le ofrece algunas sugerencias culinarias que a Araceli no le caen nada bien.

Araceli.
Su mayor gusto es la cocina. Se casó joven. De niña cocinó para su padre (viudo desde su juventud) y se casó con alguien muy similar a su padre: un hombre seco y fuerte, que nunca mostró demasiado lo que le pasaba por dentro. Quizás, incluso, nunca mostró absolutamente nada. Una mujer muy simple si se la ve poco, pero con un nivel de picarez bastante interesante. Incluso pienso en un personaje que ha sido sexualmente muy activo, aunque claro, siempre mantiene en la gloria a su difunto marido, y de sexo habla muy por fuera, por lo cual no se sabe bien si se queja de su vida sexual o si ha sido satisfactoria. Viuda, sin dudas.

Leonor.
La de nariz más parada de todas. Hija de militares. Más aún: de familia de Grandes Comandantes. Estar en el ejército siempre resulta algo bueno. Estar en el ejército es la gloria, es servir a la patria, imponer el orden. La fuerza no parece algo negativo desde su perspectiva. La fuerza es algo necesario para mantener el orden. Su padre estuvo en la Revolución Libertadora, y su marido fue alto mando del golpe del 76. No quisiera abrir heridas abiertas y que este ¿cuento? ¿novela?  ¿guión? se convierta en algo áspero para leer y digerir. Veremos este punto. Lo tengo en cuenta, y veremos qué vida conserva Leonor. Es, desde luego, una cierta fanática de la literatura. Conoce mucho de escritores y se codea con ellos. En especial, con los que menos bien me caen, como Vargas Llosa o Sábato. Lamentablemente, poco conozco de la escritura de Vargas Llosa y de las ideas políticas de Sábato. En fin, está claro que pretendo escribir sobre personajes con unas ideas que conozco demasiado poco. Vale igual el intento. Siempre se puede investigar.

Me he dado cuenta que todavía no definí en la casa de quién transcurrirá la acción. Ni tampoco tengo demasiado claro el final.

Quisiera, sin embargo, recordar la secuencia que había pensado antes sobre la historia de pedos:

1. Pedo
2. Señora (de éstas) que reta a su perro y cuenta la anécdota.
3. Señora (otra de éstas) que se ofende
4. Perro de porcelana que se tira un pedo
5. Señoras que se sientan y siguen jugando a las cartas y comiendo masitas

Ahora, ¿cómo han llegado estas señoras a encontrarse? Porque estoy pensando en la incorporación de una quinta vieja, con un pasado hippie, que viene a intentar mostrar su estilo de vida y criticar el de las otras cuatro. Y esto sólo sería posible si las señoras no se conocen demasiado desde antes.

Se me ocurre la posibilidad de un cierto reencuentro después de muchos años… pienso incluso en las “nuevas tecnologías”, como Facebook y cosas por el estilo.

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