La historia de los ventiladores ha quedado rondando mi memoria. Supongo que es esa incubación previa a que una historia sea tal. Repasemos: para combatir el calor, el presidente de… de… ¿Kuum? Es “caluroso” en estonio (qué manera de haber idiomas, mon dieu). Me gusta la palabra. Y “fresco” en el mismo idioma es “Jahe”. Sí, sí, son palabras agradables. Bien. Entonces, tenemos al presidente de Kuum que decide la fabricación de un enorme ventilador para combatir las altas temperaturas que estaba sufriendo su país. Sospecho que tendrá que quedar claro de entrada que el mundo en donde existen estos dos países es muy chiquito y que sólo existen estos dos países. O quizás no. Ya veremos. Por lo pronto tenemos al presidente de Kuum, el país del sur, que quiere fabricarse este gran ventilador. Lo imagino en su oficina, tomando una limonada, y rascándose la panza pensando en el calor. De pronto se le ocurre esta idea, pide que le acerquen sus pantalones y sale a anunciar las nuevas medidas en contra del calor. Se recaudan fondos y se empieza a construir este gran gran gran ventilador. Cuando está listo lo encienden y todo los kuumios (?) sienten una brisita fresca. Deciden probarlo a la potencia máxima y ahí sí, por fin, todos contentos con el frío.
Mientras esto sucede, el presidente de Jahe (país del norte), sentado en su despacho tomando chocolatada caliente y vestido con un gorrito de piel, se siente extraño. Padece una extraña aflicción: el cuerpo aumenta su temperatura, sus poros comienzan a segregar una sustancia de alto contenido salobre, se siente agitado. Llama a su médico, quien le dice que lo que padece Su Excelencia es el tradicional mal kuumiano: el calor. El presidente jahino sale al patio y ve cómo su enorme estatua de hielo se va derritiendo. Llama horrorizado a su consejo. El ministro de relaciones exteriores le comenta del plan del gran ventilador kuumiano, que ha resultado terrible para los jahinos, transportando todo el calor de un país al otro. La gente se alborota en las calles y protesta. Especialmente los vendedores de abrigos de piel y los escultores en hielo. Los zorros, visontes y arminios, chochos. Tanto se le complica el asunto, que el gobierno jahino decide construir un ventilador aún más grande que el kuumio para devolver el fresco a sus tierras. Se recaudan fondos, se construye y se enciende.
A esta altura, no sé muy bien cómo introducir la escalada ventiladora (ambos países construyen ventiladores cada vez más grandes) sin ser reiterativo en el relato. En fin, ya se me ocurrirá algo.
Tanto tienen que aumentar los tamaños de los ventiladores, que los países se quedan sin energía eléctrica para otros menesteres. En una reunión en completa oscuridad, alternando fríos y calores, el Movimiento Pacifista Internacional determina encabezar una lucha pacifista para trasladar los ventiladores haciendo que apunten para el mismo lado, así el calor no es transportado de un país al otro.
Los presidentes de ambos países se reúnen en un gran acto con fotógrafos, curiosos, sindicalistas y espectadores pagados. Ordenan a sus ingenieros orientar ambos ventiladores apuntando hacia el este, de manera que no se manden el aire caliente el uno al otro. Los ingenieros mueven los ventiladores, y cuando los encienden el planeta es arrojado fuera de su órbita, calcinando por completo a todos los habitantes kuumianos y jahinos.
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