lunes, 8 de febrero de 2010

Lunes 08 de febrero de 2010

Pensando en posibles historias y queriendo recuperar mis días de cuentista en estos cálidos días de verano, me encontré mirando fijo mi pequeño ventilador West Westinghouse. Sus dos dobles ves en una perpetua negación, moviéndose de punta a punta en el ángulo de 45º descrito por el aparato. Acalorado por la temperatura de mi laptop cumpliendo la función estricta que su etimología le supone (es decir, descansando sobre mis faldas) vi como necesaria la construcción de un enorme ventilador en, por ejemplo, el Everest. Me refiero a un ventilador realmente grande, pongamos por caso que sea de 1 km de diámetro, y que tire aire frío hacia acá. Sería gracioso que sea un ventilador de esos que van y vienen, como el mío, porque me imagino que cada ciclo debe durar como mínimo una hora o dos, y en ese interín las ciudades sucumbirían nuevamente bajo el calor. El problema lo tendrían sobre todo las ciudades como Bariloche, en donde quizás empiece a nevar en diciembre cada vez que pasa el ventilador. Eso sí, debe ser poco recomendable hacer sky con un ventilador tan grande y tan cerca. Como mínimo, te agarra un resfriado en flor. O un flor de resfriado, como prefieran.

Podría sucederse incluso una “Guerra Fría” (el nombre viene fenómeno) en donde Estados Unidos y Rusia fabrican ventiladores cada vez más grandes. Ahora, ¿para qué coños necesitaría Rusia un ventilador? Ah, ya sé: el ventilador yanquie tira todo el calor hacia Rusia. Rusia hace uno más grande para devolvérsela, y así.

Las conclusiones posibles para una situación de estas características son varias (espero, porque todavía no las pensé): 1. Un intento pacifista propone girar todos los ventiladores para el mismo lado en señal de unidad, y la tierra resulta propulsada fuera del sistema solar; 2. La tierra se congela. Ok, el segundo final posible es una mera invención imbécil sólo para ser coherente conmigo diciendo que se me ocurre más de un final posible.

Releyendo la idea, me parece que incluir en esto a los eternos enemigos de los años 70 es poco simpático. Sería más interesante crear un mundo propio, en donde dos países completamente desconocidos para los habitantes de universos ajenos al cuento se enfrentan en dicho conflicto. Podría ser incluso un pequeño mundo cerca de una estrella, con sólo dos países. No sé por qué se me ocurre que un país es de gente muy gorda y otro de gente muy flaca. La mente es algo extraño. Y la menta también, pero la menta es rica si se hace helado y se le pone pedacitos de chocolate, mientras que no me puedo imaginar rica a la mente en esa preparación. He allí su diferencia.

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