domingo, 4 de diciembre de 2011

Omelette criollo


Jorge entra al bar. Otea el horizonte salpicado de mozos y mesas. Lucio, sentado frente a la barra, empina el codo y absorbe las últimas gotas de un licor verde y espeso.

- ¿Qué estás tomando? -le pregunta Jorge mientras se ubica a su lado.
- No sé, lo dejó el que estaba sentado antes. ¿Qué hacés, tanto tiempo?
- Acá, tirando... y sin saber muy bien de qué. ¿Te acordás que andaba buscando algún tema, alguna idea para pintar?
- Sí, ¡y estabas más perdido..!
- Me pareció que acá en la ciudad estaba poco inspirado y decidí irme al campo, aunque odio la pintura bucólica siempre con el mismo molinito y el mismo arbolito y la misma vaquita que si cobrara los derechos de aparición se llena de guita y pone un local.
- Un restorán vegetariano, seguro.
- Sí, o venta de leche en polvo en un free-shop. La cosa es que necesitaba encontrarme, hablar conmigo mismo. Hablar con el otro yo resulta un semillero de ideas, pero claro, soy pintor, no una maceta. En fin, me fui al campo unos días. Tengo un amigo, un chino, que se rajó para poner un súper en el medio de La Pampa. Tiene poca visión comercial, pero es buen pibe. Antes creía que el tipo tenía sus días, ¿sabés? a veces era muy cordial y otras me trataba como si no me conociera. Después me di cuenta de que eran dos personas distintas.
- ¡El famoso chino fotocopiado!
- El mismo. Fui a pasar unos días a su casa, que está arriba del súper. Me gusta estar ahí, porque puedo bajar a la noche en calzones y agarrar un paquete de yerba y unos cigarrillos. No sabés cómo se disfrutan las estrellas en la mitad del campo con unos mates de yerba afanada con total impunidad. Una de esas noches, tirado en el pasto entre los yuyos, veo venir cabalgando a un hombre que después me enteré que se hacía llamar Teniente Conflagración Rodríguez.
- ¡¿Teniente Conflagración?!
- Sí, Conflagración era el apellido del padre. Él se inventó lo de Teniente. El hombre se baja del caballo ahí, a unos cien metros, y se queda parado dándome la espalda, iluminado apenas por la luna. Una imagen de lo más poética. Ya estaba por ir a buscar mis carbonillas, cuando veo que vienen dos tipos más, vestidos con una ropa de gaucho tan tradicional que parecían gauchos for export. Se sientan los tres en ronda sobre unos troncos y sobre un calentador a garrafa ponen una pava a calentar. Arruinado ya mi cuadro potencial, me acerqué a escuchar de qué hablaban. “¡Mi Teniente, se acercan más conflaglacionarios!”, le gritó uno de ellos, señalándome con la bombilla del mate. “¡Me cacho en diez, un confraglacionario en calzones!” agregó el otro.

De un salto el Teniente se giró hacia mí, dejando ver una cara más patilluda que la del riojano Quiroga: “¡¿Quién vive?!” clamó con voz impostadamente grave.
“Aquí Jorge. Oiga, ¡qué bonitas hombreras doradas, con flecos y todo! ¿van a una fiesta de disfraces?”, pregunté. Tal parece que no iban, porque ahí nomás desenvainó un sable corvo y dando dos o tres estocadas en el aire, espetó a la noche un “¡Atrás, traidores realistas!”.
“¡Este hombre viene solo, mi Teniente!, ¡debe ser un desertor!” dijo uno de los gauchos.
“¡Me cacho en diez, un desertor en calzones!” agregó el otro.
“Momento, que de realista no tengo nada, soy nihilista”, intenté calmarlos en el justo momento en que un huevazo golpeaba la mano derecha de Conflagración Rodríguez, desarmándolo.
“¡Nos atacan, mi Teniente!” gritó uno de los gauchos.
“¡Las gallinas se han vuelto realistas!, ¡huyamos!”, agregó el otro.
El invisible cañón de proyectiles ovoidales generó enseguida una omelette de conflagrantes quienes, despavoridos, enredándose con sus bombachones, desaparecieron en la llanura.
“No les des bola...”, me dijo entonces el chino, parapetado en la ventana del primer piso, guardando los huevos sobrantes, “...son unitarios”.

- O sea que al final la sacaste barata... - dijo Lucio, luego de un silencio.
- No te creas, el chino me hizo pagarle los huevos...
- Y sí, viejo... pero la moraleja es que no hay animal más indefenso que un hombre en calzones.
- ¡Suerte que siempre hay un chino cerca! -contestó Jorge.
- Suerte que era un chino federal... -contestó Lucio.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Un piano vestido de cebra

Nuevo artículo de mi autoría en el blog de Alberto Grätzer Pianos:

Un piano vestido de cebra

Como siempre, los invito a entrar y hacerme llegar sus comentarios.

Saludos!

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Breve historia del piano (2): la evolución del piano

Mis queridos visitantes, está ya subido el segundo artículo sobre la historia del piano. Los invito a visitarlo:

Breve historia del piano (2): la evolución del piano

Gracias a todos los que me hicieron llegar comentarios sobre la primera entrega.

Saludos!

lunes, 7 de noviembre de 2011

Breve historia del piano (1): del monocordio a los primeros pianos

Iniciando mi servicio de redacción de contenidos sobre temas a investigar, les presento la primera entrega de la historia del piano:

Breve historia del piano (1): del monocordio a los primeros pianos

Si son tan amables leanlón y háganme llegar (por aquí, y no dentro del blog de la web) sus comentarios.

Agradecido de antemano.

domingo, 30 de octubre de 2011

Gotinga

Cuando por las calles de Göting asoma un búho, todos los habitantes suspiran. Suspiran como una costumbre, un hábito o un ritual, sin la cualidad emotiva de los suspiros propiamente dichos. Se sabe que hubo un primer suspirador a quien llaman “Die Pristine” (“El Prístino”), a falta de una identificación concreta. El Prístino es su deidad, su guía.

El célebre historiador francés Marcel Giraud establece una hipótesis para este comportamiento: en el siglo VIII, el Papa Stephanus, apenas electo, envió un ejército a invadir la ciudad de Göting ya que allí se jactaban de tener pasteles de polenta más ricos que en Roma. Dice Stephanus en su proclama: “Göttingen mortem haeretici, qui dives Romani panes polenta”. El Papa Stephanus murió a los tres días de ser electo, en el mismo instante en que los habitantes de Göting divisaron un búho en el campanario de la Catedral. Así, dice Giraud, siendo los götinguenses grandes conocedores de las escrituras Homéricas, asociaron al búho con la figura salvadora de Palas Atenea, hija de Zeus, y la erigieron como Madre y Protectora de Göting.

En 1.714 de nuestra era, el párroco Günter Wikeland, en un inspirado sermón, criticó a sus feligreses por adorar a Die Pristine, un intermediario, y no al objeto en sí: el búho. Veinte minutos más tarde, Günter Wikeland colgaba sin vida de uno de los mástiles de la muralla.

Sin embargo, toda posible asociación con deidades griegas y pájaros ocasionales, no es más que un juego para los habitantes de Göting. Se sabe que ellos rememoran en cada suspiro lo más puro y humano: el alivio de los salvados por la pronta muerte de Stephanus. Puedo afirmar también que tienen los pasteles de polenta más ricos que este cronista haya podido probar.

Posibles suicidios masivos de adictos a Facebook

No se olviden que el 5 de noviembre de 2011 Anonymous intentará tirar abajo Facebook. Recuérdenle esto a sus conocidos fanáticos de Facebook para evitar intentos masivos de suicidio. Si Facebook se cae, no intenten llamar por teléfono a sus amigos ni tocarles el timbre ya que estas acciones pueden tener consecuencias no comprobables científicamente. Absténganse de charlar con la gente que tienen al lado, salvo que sea por MSN o SMS. Intenten ocupar ese tiempo haciendo pedidos a supermercados online, mandando algún email o publicando en Twitter su descontento porque Facebook no funciona.

Advertidos están.

domingo, 24 de julio de 2011

Comentario al pasar

Conversación con C:


- Para mí la cena es sagrada...
- Entonces si hervís fideos, que sea con agua bendita.

Amén.

viernes, 15 de julio de 2011

El libro: moderno dispositivo de almacenaje




Pero claro, a nosotros los de las nuevas generaciones el libro puede parecernos un objeto corriente. Sin embargo, en una época no tan lejana, fue necesaria la creación de una Mesa de Ayuda en los conventos para asistir a los lectores en la difícil tarea de acceder al libro:


jueves, 14 de julio de 2011

Noche de luno

Un haz de luz asoma por debajo de la puerta del cuarto del fondo. Se descalza para no hacer ruido y avanza por el pasillo de entrada con el sigilo propio de un animal en alerta. En la penumbra intenta localizar con la vista algún objeto de forma contundente.

Y el haz de luz que se asoma por debajo de la puerta del cuarto.

Se detiene creyendo haber escuchado algo, pero sólo lo acompaña el más absoluto silencio. Llega a pasos lentos y medidos hasta la sala de estar, en donde toma un atizador de la chimenea con ambas manos para evitar que se le resbale bajo sus palmas sudorosas.

La única sombra visible en la habitación es la suya, generada por ese haz de luz que se asoma cruelmente bajo la puerta del cuarto. Sosteniendo el atizador en alto, avanza.

La sombra aumenta de tamaño a sus espaldas con cada paso dado, con cada centímetro ganado. Se detiene junto a la puerta y cierra instintivamente los ojos. Gira suavemente el picaporte con su mano derecha. Del otro lado, la voz de su mujer que grita: “¡Antonio! ¡rajá que creo que es mi marido!”.

sábado, 11 de junio de 2011

Las cosas se hacían más lindas antes: usinas de electricidad

No sé si a ustedes les ha pasado de ir caminando por la calle, ocupados en sus menesteres, y toparse de pronto con algún edificio imponente que los obliga a detenerse y preguntarse: "¿Qué corno será esto?".

De pequeño, transitando con frecuencia por las calles de San Telmo, solía ver un edificio con pinta neogótica que me encantaba. Cada vez que pasaba me quedaba mirándolo, pensando que sería algún antiquísimo edificio traído en barco de la Europa Medieval, o andá a saber de dónde.


Años después le pusieron un cartelito al edificio: "Subestación Balcarce". A la pucha, ¿esto no es más que una usina de electricidad? "¡Qué desperdicio!", pensé, tirando a la basura mis fantasías de infante.

Ayer caminaba por Caballito, no recuerdo ahora si por Alberdi o Pedro Goyena, y pasé por al lado de un edificio enorme de Edesur. Quizás sea una también una usina, o uno de los centros de atención al público; lo desconozco. El punto está en que el edificio es realmente horrible, un atentado contra la urbanidad.

Recordé de inmediato mi querida Subestación Balcarce, pero no ya con pena de que sea "sólo una usina" sino con la perspectiva opuesta: ¿no está bueno que hayan hecho tan bonitos monumentos arquitectónicos a algo que es "sólo una usina"? ¿Para qué hacer construcciones de morondanga -aunque sea para un edificio funcional- si se pueden hacer obras de arte?

Les dejo algunas imágenes de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad:









Otros ejemplos de edificios preciosos hechos con fines meramente funcionales son los dos tanques de agua que hay por Capital; uno por Facultad de Medicina y otro en Caballito. Pero quedarán para otro post...

lunes, 6 de junio de 2011

La puerta bajo el balcón

- Llueve...
- Sí, Rosa, mejor nos quedamos acá, abajo del techito.
- No sé, Silvia, estamos justo en una puerta, ¿y si molestamos a alguien que quiere salir?
- A vos lo que te preocupa es no llegar a la carnicería, Rosa.
- Encima las baldosas todas rotas... Es que viene Braulio a comer, y viste cómo es de loco el Braulio con la carne... si sigue así...
- La loca sos vos, invitándolo a almorzar, ¡a tu edad!

Ella no entiende, porque lo tiene a Cacho, tiene a los chicos. Siempre tuvo suerte. Se casó joven, ¡con un médico! Se fue con él, y yo me quedé en casa... me quedé en casa cuidando a papá. Mamá ya había muerto, hacía dos años, y no quería dejarlo solo a papá. ¡Que Dios me perdone! quise dejarlo solo mil y una veces, pero...

- Vamos, Silvia, dale, no va a parar pronto...
- ¡Pero esperá! ¡mirá cómo cae!
- Tomemos un taxi, Silvia.
- ¿Por dos cuadras?
- Sí, tenés razón... es que el Braulio...

... es que el Braulio siempre llega puntual, es muy atento. Yo creo que no me traería masitas y vendría a comer si no quisiera... bueno... si no pensara en... No sé ni siquiera en qué pienso yo. Quizás Silvia tenga razón... ¡a mi edad! Bueno, pero ella qué sabe. Siempre tuvo suerte, estuvo siempre con Cacho. Toda la vida con el mismo, desde jovencita... y mucho no le va a durar. No sé qué va a hacer cuando se quede sola. Yo no tuve muchos pretendientes, pero fueron más de uno. Tres se me declararon... pero yo no podía, no en esa época, con papá... Fueron cuatro si cuento... no, a ese no lo puedo contar. A Claudio no lo puedo contar...

- ¿Te acordás de Claudio, Silvia?
- ¿Claudio?
- El ingeniero, Silvia, ¿te acordás? el viudo de Amalita, la de la mercería. Era buen mozo...
- De Amalita me acuerdo...


No sé qué pasó con Claudio. Nos juntábamos a tomar vermuth... él y yo solos, y después salíamos al teatro o poníamos alguno de los discos de papá. ¡Cómo nos reíamos! Y él bailaba muy bien... Éramos jóvenes en esa época. Pobre... enviudar antes de los cincuenta. Se quedó solo, igual que yo desde que papá... Estaba creída que algún día me lo iba a proponer. Él a veces quería quedarse a la noche, pero no. Sin promesas no. Una mujer tiene que guardar su decoro. Estaba segura de que algún día me lo diría, que me tomaría de las manos a la salida del teatro y me diría "Rosa..." y yo dejaría que me bese. Quizás fue por el recuerdo de Amalita que no lo hizo. Pero después... después dejó de venir, y ya no me llamó más...

- Rosa...
- ¿Qué pasa, Silvia?
- Suerte que encontramos este balconcito, ¿no?
- Sí...
- Rosa...
- ¿Qué?
- Es mentira que no me acordase de Claudio...
- ¿Y por qué me dijiste que no te acordabas?
- No sé, me daba vergüenza acordarme...
- ¿Por qué? ¿por Amalita?
- ¡No! ¡qué Amalita! Fue hace mucho, Rosa...
- ¿Qué cosa fue hace mucho?
- Fue una aventura, no me pidas que te cuente. Vino una vez a visitarme a casa, cuando el Cacho estaba de guardia a la noche en el hospital. Yo me sentía sola, y él era tan buen mozo..
- ¿Una avent...
- ...yo no te quería decir nada, por el Cacho. ¡No le digas nada vos, eh! Si se llega a enterar... mirá Rosa, está dejando de llover... ¿vamos?
- Sí, dame el brazo, que están las baldosas todas rotas.


Es que Silvia siempre tuvo suerte. Se casó joven, ¡con un médico! Se fue con él, y yo me quedé en casa, cuidando a papá...

viernes, 3 de junio de 2011

Leo Masliah. El horóscopo


Leo Masliah

Capricornio: en la esfera laboral, se le presentarán situaciones difíciles de controlar, como algún romance apasionado con compañeras o compañeros de trabajo o de desempleo. Si es estudiante, olvídese de eso y concéntrese en el estudio.

Acuario: la inminente colisión de dos asteroides próximos al planeta Marte podrá inducirlo al suicidio. Pida a sus familiares o amigos que lo/la aten a una silla inmovilizándole brazos y piernas. Si lo prefiere, puede usar camisa de fuerza. No coma cosas picantes.

Piscis: tiempo bueno, con cielo nuboso y algo nuboso y probabilidad de precipitaciones aisladas. Precaución: si navega en Internet, estará expuesto/a a un posible naufragio y a quedar varado/a en un sitio (Web) desierto.

Aries: a los nativos de este signo se les presentará la oportunidad de viajar, pero salvo en los casos de personas previamente entrenadas en navegación aérea o marítima, no podrán hacerlo, porque las naves a las que tendrán acceso no estarán tripuladas.

Tauro: se presentarán nuevos miembros en la familia, ya sea por nacimientos, casamientos, o simple generación espontánea de primos, tías o cuñados.

Géminis: un eclipse total de sol impide cualquier vaticinio a los nacidos bajo este signo. Hágase leer la borra del café o recurra al tarot.

Cáncer: desconfíe de familiares y amigos. Le están preparando una jugarreta que prácticamente lo/la dejará en la calle. En contrapartida, puede usted con toda tranquilidad confiar en los extraños. Si gente que no conoce le ofrece caramelos, acéptelos. Y compre todo lo que le quieran vender: detergentes mágicos, tápers, tiempo compartido, etcétera.

Leo: para el cumplimiento de sus propósitos la gente le exige condiciones que usted no está dispuesto a tolerar. No se doblegue, pero actúe con elasticidad y muéstrese favorablemente dispuesto/a a hacer concesiones. Compórtese con valentía, pero evite dar la cara. Defienda sus intereses frontalmente, pero sin enredarse en antagonismos inconducentes. Afronte las situaciones con prudencia, sin desplazarse ni un milímetro de las posiciones que considera correctas, pero renegando de ellas toda vez que eso presente alguna probabilidad de arrojar beneficios. Mantenga claros sus objetivos, pero en aras de esa claridad, si es necesario, sacrifíquelos.

Sagitario: usted cree ser nativo/a de este signo, pero no lo es. Sus familiares lo anotaron en el registro civil con varios meses de retraso. Siempre le mintieron en relación con su edad. Su partida de nacimiento es trucha. Intente establecer quiénes son exactamente los responsables de esto y presiónelos hasta obtener datos fidedignos sobre el día y la hora de su nacimiento. Una vez hecho esto, reestructure su personalidad hasta hacerla concordar con las características propias del nuevo signo.

Libra: los astros están dispuestos de modo sumamente favorable para usted, pero usted constituye una amenaza para ellos. Con su presencia desvía sus órbitas y varios cúmulos globulares están abandonando rápidamente la galaxia. Si algo le importa el bien común, aléjese hasta algún punto apartado del espacio-tiempo, donde la distorsión que usted le imprime no perjudique la estructura del universo.

Virgo: recibirá cuestionamientos de su contraparte en el amor. Pero deberá responder con firmeza, sin aceptar las críticas ni admitir ningún reproche. Si es preciso, para defenderse, recurra al insulto. No se preocupe por las consecuencias de tal actitud. Escúdese en que los astros la propician.

Escorpio: esta semana no le pida peras al olmo. Recuerde que si bien no hay mal que dure cien años, no por mucho madrugar amanece más temprano. Usted está tratando de mirarle los dientes a un caballo regalado y no toma en cuenta las dificultades que asaltan al chancho a la hora de chiflar. Porque la mentira agua trae, y a rey muerto, ciento volando. No en vano se dice que el buey solo se lava en casa. La ropa sucia bien se lame. Hecha la ley, no entran moscas, y menos pregunta Dios por viejo que por diablo. Sarna con gusto, corazón contento. En boca cerrada, cenizas quedan. No es oro, dijo un mosquito. Lo que Natura non da, no mama.

martes, 31 de mayo de 2011

Mención de Honor del Instituto Cultural Latinoamericano

Quiero compartir con todos ustedes la alegría de haber recibido una Mención de Honor en el VII Concurso Internacional de Poesía y Narrativa "Destacados 2011" del Instituto Cultural Latinoamericano por mi cuento Historias paralelas.

El cuento forma parte ahora del libro "Destacados 2011" (Ed. Aries, ISBN 978-987-26832-1-4, impreso en abril de 2011).

Es extraña la sensación de tener algo publicado. Hay algo propio, en papel, ¡que no imprimí yo! Un cuento que otros podrán leer sin que tenga que enviárselos por email diciendo "che, escribí algo, pegale una leída y comentame qué te parece". Es, sin lugar a dudas, muy agradable.

Terminé de escribir Historias paralelas a fines del año pasado. Cuando recibí el ejemplar del libro, como podrán suponer, lo primero que hice fue releerlo. Y, ¿saben qué? ¡cuántas cosas le cambiaría! Tal vez sea que soy unos meses más "sabio" que cuando terminé de escribirlo, pero más bien pienso que esta situación se va a dar el resto de mi vida: volviendo a ver borradores viejos, siempre querré cambiarle muchas cosas. Por eso, como dicen que decía Borges, un cuento termina de corregirse en el momento en el que se lo manda a imprimir. A partir de allí, no hay vuelta atrás.

Como fuere, a todos los que me ayudaron con sus críticas y comentarios en el proceso de escritura del cuento, ¡muchas gracias!

lunes, 30 de mayo de 2011

Desempolvando el altillo

Este blog surgió entre el aburrimiento de un lunes 23 de noviembre de 2009 y las ganas de tener un libro de recortes de diversas ideas para cuentos, historias o, quién dice, alguna novelita (¿y? ¿quién dice? ¿eh?).

Han pasado un par de años y creo que ninguna de las historias que comencé a bocetar por aquí ha avanzado. Me propongo entonces desempolvar un poco el altillo del blog; la baulera de esta bitácora; el sótano del departamento; el cajón de abajo de todo de algún mueble, ese que uno nunca sabe qué corno tiene.

Decía, entonces. Índice de ideas sobre las que me he propuesto escribir y nunca he desarrollado:

1. La misma historia contada por diversos asistentes a una cena. Todas las historias comparten un lugar de inicio similar y se van ramificando hacia lugares diferentes.

2. Señoras muy finolis reunidas. En uno de esos encuentros, una de ellas se tira un potente flato.

3. Siete monjes en una caverna evitando que salga un bicho feo que hay del otro lado de siete puertas (dilema existencial).

4. Fundación del "Club de la Queja" y su posterior deserción cuando sus miembros se dan cuenta de que la queja no tiene ningún sentido si no es transgresora.

5. Historias instantáneas. Escribir todas las ramificaciones mentales en el transcurso de alguna actividad cotidiana de un tipo (por ejemplo, llendo a comprar pan). Qué historias se van gestando en la cabeza del tipo.


La pucha, ¿en casi tres años esto es todo? ¡qué perezoso he estado!

De todo esto, las ideas que más me gustan son las dos primeras: que varios personajes cuenten, de manera diferente un mismo suceso, y la inolvidable historia de las señoras y los pedos.

El Club de la Queja no está nada mal, aunque sería más una crónica que un cuento. Al menos así me lo imagino: un narrador externo relatando lo que sucede con la fundación del Club, sus primeros miembros, su popularización, su crisis y su cierre definitivo.

Las "historias instantáneas" todavía necesitan tomar un poco de forma para que me resulten tentadoras: elegir una forma de contarse. Sospecho que lo mejor sería una tercera persona. Puedo describir de manera muy detallada el transcurrir de un rato de un tipo y ver qué me va surgiendo desde allí. Tengo que pensar cómo dejar en claro qué cosa es lo que le está pasando y qué cosas se imagina el tipo. Supongo que si son historias fantásticas esto puede quedar claro... pero si son historias del orden de lo realista, tengo que buscar algún tipo de alternativa.

Si algún lector incauto cae por aquí que me diga cuál de los temas le gusta más para un desarrollo. Y cualquier aporte es bienvenido.

domingo, 29 de mayo de 2011

Norman Mailer

Entrevista a Norman Miller publicada en La Nación.
Las negritas y enlaces son míos.
Todas las imágenes y enlaces han sido extraídos de Wikipedia.


Norman Mailer

En los próximos días se distribuye Un arte espectral (Emecé), el testamento literario de uno de los mayores narradores del siglo XX: el estadounidense Norman Mailer. Bitácora de un escritor y manual sobre el oficio, este libro analiza los misterios técnicos de la novela y muestra el ajuste de cuentas de un creador inigualable con la pasión de toda su vida


Estilo

El estilo, por supuesto, es lo que todo buen autor joven busca adquirir. En el acto del amor, su equivalente es la gracia. Todos lo quieren, ¿pero quién puede encontrarlo trabajando directamente hacia la meta?
En mi caso, Advertencias a mí mismo fue el primer libro que escribí con un estilo que pudiera llamar propio, pero no lo empecé hasta 1958, diez años después de que se publicara Los desnudos y los muertos . En el medio habían llegado Costa bárbara y El parque de los ciervos , y no quería tener otra vez dos novelas tan difíciles de escribir.

León Tolstói
No sabía lo que estaba haciendo. Aparte del vértigo que ataca a cualquier atleta, actor o joven empresario que tiene un éxito inicial enorme, yo tenía mi propio problema particular, una preciosura: no conocía mi oficio. Los desnudos y los muertos había sido escrito a partir de lo que podía aprender de leer a James T. Farrell (en inglés) y John Dos Passos, con buenas dosis de Thomas Wolfe y Tolstoi, más tintes homeopáticos de Hemingway, Fitzgerald, Faulkner, Melville y Dostoievski. Con semejante ayuda, fue un libro que se escribió solo.

Yo sabía, sin embargo, que no era un logro literario. Había hecho un libro con un estilo general prestado por muchas personas y no sabía lo que tenía por decir yo mismo. Aún no había tenido suficiente de mi propia vida. Incluso podría adelantarse la idea de que el estilo les llega a los autores jóvenes más o menos en la época en que reconocen que la vida también está dispuesta a herirlos. Hay algo allá afuera que no es necesariamente engañoso. Eso explicaría por qué autores que estuvieron enfermos en la infancia casi siempre llegan temprano en su carrera como estilistas desarrollados: Proust, Capote y Alberto Moravia son tres ejemplos; Gide ofrece otro. Esta noción explicaría, por cierto, el desarrollo temprano y completo del estilo de Hemingway. Tuvo, antes de cumplir los veinte, la sensación inconfundible de estar herido, tan cerca de la muerte que sintió que su alma se deslizaba fuera de él y después volvía.

Truman Capote
El joven autor promedio no está así de enfermo en la infancia ni es tan duramente golpeado por la vida temprana. Sus pequeñas muertes sociales son equilibradas a veces por sus pequeñas conquistas sociales. Así que escribe en el estilo de otros mientras busca el propio, y tiende a buscar palabras más que ritmos. En su apuro por dominar el mundo (raro es el escritor joven que no sea un pendejo consumado), también tiende a elegir sus palabras por su precisión, su capacidad de definir, su acción acrobática. A menudo su estilo cambia de escena a escena, de párrafo a párrafo. Puede conocer un poco acerca de crear atmósferas, pero la esencia de la buena escritura es que instala una atmósfera tan intensa como la de una obra teatral y después la altera, la amplía, la conduce hacia otra atmósfera. Cada frase, precisa o imprecisa, jactanciosa o modesta, cuida no meter un dedo hiperactivo a través del tejido de la atmósfera. Tampoco las frases se vuelven tan vacías de cualidad personal como para que la prosa se hunda en el suelo de la página. Es un logro que llega por haber pensado en la vida de uno hasta el punto en que uno la está viviendo. Todo lo que pasa parece capaz de ofrecer su propia suma al autoconocimiento. Uno ha llegado a una filosofía personal o ha alcanzado incluso esa rara meseta donde está atado a su propia filosofía. En esa coyuntura, todo lo que uno escribe proviene de la atmósfera fundamental propia.

Un desarrollo semejante debe de haberse producido en mí en los diez años pasados entre la publicación de Los desnudos y los muertos y el comienzo del trabajo en Advertencias a mí mismo . En todo caso, se convirtió en el libro en el que traté de separar mi bilis espiritual legítima de mi autocompasión, y tal vez fue la tarea continuada más dura que me había planteado. Lo que agravaba cada problema era que también estaba tratando de dejar de fumar, y como corolario de abandonar la nicotina, me vi lanzado al problema del estilo mismo. En aquellos días, mi psiquis se sentía tan distinta sin cigarrillos como mi cuerpo al pasar del aire al agua. Era como si percibiera con sentidos distintos, y las reacciones claras se vieran embotadas. Escribiendo sin cigarrillos, el mundo que buscaba casi nunca llegaba, no en un tiempo rápido. En compensación, tenía garantizada una sensibilidad al ritmo de lo que escribía y eso me ayudaba a volcar mi mano en dirección de la mejor prosa. Empecé a aprender lo difícil que es pasar de la hegemonía de la palabra a la resonancia del ritmo. Esto puede ser un salto más grande que un brinco a la poesía. Así, Advertencias a mí mismo fue un libro cuya escritura me cambió la vida.

En El parque de los ciervos había estado tratando de encontrar un estilo a través de tres borradores. El primero había sido proustiano: no un Proust de primera categoría, desde luego. Proust intentado. Proust fracasado. El segundo borrador estaba ubicado en algún lugar entre la novela inglesa de costumbres y Scott Fitzgerald: no del bueno, pero en esa dirección general. Encajaba con el material esencial. Así que aprendí cómo el estilo repele literalmente ciertos tipos de experiencia y puede equivaler a una esposa dominante que siempre está dispuesta a elegirte los trajes. Si un escritor insiste en un tono específico, a pesar de todas las advertencias internas, incluso puede limitar la variedad de experiencias que entren en el libro.

Nelson Algreen
Encontrar la manera propia de escribir es algo elusivo. Aunque por cierto ayuda a desarrollar un estilo único, primero tienes que aprender cómo escribir. Allá en los años cincuenta, Nelson Algren estaba dando una clase de escritura en Chicago y me invitó a asistir. Leyó un cuento de uno de los chicos. Hemingway de cuarta. Después, le dije a Nelson: "¿Por qué le prestaste tanta atención? Sólo estaba copiando a Hemingway". Y Algren, que tenía diez años más que yo y sabía mucho más, dijo: "Sabes, estos chicos están mejor si se atan a un escritor y empiezan a imitarlo, porque aprenden mucho haciéndolo. Si son buenos en algún sentido, tarde o temprano se librarán de la influencia. Pero antes tienen que atarse a alguien". Eso fue útil.

Por otro lado, lleva tanto tiempo encontrar tu propia manera de escribir. Se reduce a un conjunto de decisiones sobre qué palabra es valiosa y cuál no, en cada frase que escribes. ...se es un elemento. Otro es la coherencia general. Tienes escritores que son excepcionalmente talentosos pero siguen siendo lo que yo llamaría grandes aficionados. El ejemplo más notable sería una escritora tan dotada como Toni Morrison. Su estilo puede cambiar de un capítulo a otro: su vigor no reside en proteger el tono. Puede escribir con belleza durante páginas enteras, y después, al capítulo siguiente, se demora en un modo pedestre. Viola lo que es ella en su mejor momento, su voz distintiva, esas percepciones distintivas. [...]

El estilo es también un reflejo de la identidad. Dado un sentido firme de ti mismo, puedes escribir en una veta coherente. Pero si tu identidad cambiara, también cambiará tu presencia en tu prosa. Es innecesario decir que la enfermedad, la tragedia, la frustración enorme, la propia edad están destinadas a alterar toda noción firme de ti mismo.

Henry James
Y, desde luego, el tema de uno también afectará las palabras de uno. Una voz periodística puede meterse en el funcionamiento de unas cuantas novelas de actualidad. Pero la verdad es que no quisieras ser Henry James para describir la vida de Gary Gilmore. Existe el vicio de la escritura demasiado espléndida. Para lo que Henry James quería hacer, sin embargo, su lenguaje era ideal. Reconoció antes que ningún otro que la educada vida social, a pesar de sus aspectos ridículos o afectados, también ofrece un espectro de pequeñas opciones presentes en cada momento. En la vida social, una persona a menudo elige entre tres o cuatro alternativas igualmente agradables, incluso para elegir ser un poco más cálido o un poco más frío de lo que originariamente esperaba ser hacia una persona dada. James tenía un sentido extraordinario de esa vibración imprevista dentro de lo casi totalmente esperable, y creó un mundo narrativo a partir de tal percepción, un mundo que dependía por entero de su voz única.

Es reconfortante sostener que algunos escritores importantes desarrollan un estilo a partir de evitar sus debilidades mayores. Hemingway no era capaz de escribir una oración larga, compleja, con buena arquitectura en la sintaxis. Pero convirtió esa incapacidad en su habilidad personal de escribir breves frases declarativas o largas oraciones fluidas conectadas con conjunciones. Faulkner, por el contrario, no era capaz de escribir con sencillez, pero sus oraciones demasiado opulentas, congestionadas, producían una atmósfera extraordinaria. A su vez, Henry Miller rara vez podía contar bien toda una historia. Prefería sus excursiones apartadas de la historia, y esos apartes son lo que lo hizo excepcional.

Bestsellers

Ahora que el deseo desmesurado que había en mí por las grandes ventas se ha asentado en expectativas más razonables, bien puedo ofrecer algunos pensamientos posteriores sobre el tema.

Escribir un bestseller con intención consciente de hacerlo es, después de todo, un estado mental que no deja de tener puntos de comparación con el acto de casarse por dinero sólo para descubrir que la ausencia de amor es más costosa de lo previsto. Cuando un supuesto y modesto escritor de bestsellers al fin se vuelve lo bastante profesional como para escribir un libro ganador, él o ella piensa que ha logrado una gran hazaña, al igual que un hombre desprovisto de amor (y dinero) verá un casamiento pródigo como una unión espléndida.

Rainer Maria Rilke
Lo ideal, y cuando te pones más viejo tratas de acercarte a lo ideal, es escribir sólo lo que te interesa. Puede resultar de interés a otros o no, pero si tratas de dirigirte hacia el éxito, no debieras ser un escritor serio. En cambio, harás bien en estudiar los trucos de los autores de bestsellers constantes mientras te aseguras de mantenerte apartado de cualquier cosa que esté bien escrita . Leer buenos libros puede envenenar tu satisfacción por haber conseguido un bestseller. No creo que Jackie Susann se vaya a dormir con Rainer Maria Rilke sobre la mesita de luz.

Hoy, los grandes cuadros literarios por lo común se dejan para los novelistas de bestsellers. Tendrán un elenco de cuarenta o cincuenta personajes, e historias que atraviesan de cincuenta a cien años. Incluirán varias guerras mundiales, más cambios asombrosos en las vidas de varias familias. Hacen todo eso para mantener su libro en movimiento. Lo que caracteriza por lo común a estas novelas es que nada hay en ellas con lo que no te hayas cruzado antes. La mayoría de los buenos escritores tienden en estos días a trabajar sobre panoramas más pequeños. Entonces, al menos, tienes la confianza de que lo que estás haciendo incluye alguna verdad en cuanto ficción. Eso es razonable. Al menos estás contribuyendo al conocimiento en vez de aumentar el barro de la cultura. Desde luego, eso puede hacer más difícil enfocar un tema amplio. En este momento el único gran escritor que puede manejar cuarenta o cincuenta personajes y tres o cuatro décadas es García Márquez. Cien años de soledad es una obra asombrosa. Logra hacerlo, pero cómo, no lo sé. En mi novela sobre Egipto, me llevó diez páginas pasar más allá de una curva del Nilo.

Stephen King
Es contraproducente pensar: voy a poner esto porque venderá ejemplares. Por lo común, eso no funciona. Hay una integridad en el bestsellerato: es el mejor libro que el autor es capaz de escribir en ese momento. ...él o ella cree en el libro. Por eso es un bestseller. Stephen King era un escritor torpe y repetitivo cuando empezó, pero los lectores de bestsellers respondieron a su sinceridad. Eso estaba presente en cada página mal escrita. La popularidad de la mala escritura es análoga al disfrute de la comida chatarra.

Debo decir que King ha mejorado en estilo desde que empezó. Es de esperarse que sus lectores también, pero eso no es tan seguro.

Una estrategia del bestseller es seguir agregando ingredientes nuevos a la historia. ¡Pero cuidado! La trama es igual que una droga. Puede estimular a un novelista hacia hordas de energía creativa, y por cierto mantendrá a un lector sobre la página, pero tarde o temprano, la trama presenta su factura, y exigencias graves caen sobre el escritor. El autor que está sobrecargado de trama a veces se ve obligado a entrar en la mente del personaje para mantener las cosas claras.

Exactamente aquí es donde todo se empantana. La confianza de un lector en lo que está leyendo se verá traicionada sutilmente o incluso dilapidada en caso de que un novelista elija entrar en la mente de un personaje pero falle en transmitir el don indispensable para que el lector pueda ahora saber más que antes sobre el personaje. Los monólogos interiores por lo común son rutina e insisten en contarnos lo que ya sabemos. Casi no existe una calidad garantizada de la mente.

Por supuesto, el daño es limitado, porque las reflexiones internas de los personajes en la mayoría de los megabestsellers son más o menos lo que uno espera. Los lectores de megabestsellers desean poder leer y leer y leer: no desean reflexionar sobre ninguna revelación realmente inesperada. La realidad puede estar allá afuera, pero ése no es el motivo por el que estamos leyendo.

Maxwell Perkins
La corrección o edición tiende a hacer que los bestsellers se lean como más semejantes entre sí. Por ejemplo, pocos bestsellers no sufren de una avalancha de adjetivos. Porque cuando un escritor no puede encontrar el matiz de una experiencia, por lo común la recarga de adjetivos. Eso le dice al lector qué debe pensar. Esto acompaña una tendencia en las editoriales de poner el énfasis en el entretenimiento a toda costa. Por supuesto, un cansancio penetrante podría invadirnos debido al ritmo al cual somos entretenidos.
Mi generación literaria estaba bajo el paraguas de Maxwell Perkins (en inglés): cualquiera que se convirtiera en editor deseaba ser como él. Los editores jóvenes sentían fidelidad hacia sus escritores. Había casamientos espirituales, por así decirlo. Sigue siendo verdad hasta cierto punto, pero las probabilidades contra el sostenimiento de semejante lealtad ahora son mucho más altas. El mundo editorial de hoy dicta que un editor tiene que aportar libros que hagan dinero. Este casi absoluto tiene que penetrar en los intersticios del pensamiento de un editor joven. (Y en sus intestinos.) Imagino que sería difícil para la mayoría de los editores jóvenes no empezar a presionar un poquito a sus autores para que traten de ser más populares. Eso, desde luego, ejerce presión sobre el vínculo.

Thomas Mann
Justo ahora el dinero inteligente apostaría contra la novela seria. Las editoriales se están deprimiendo por el futuro de la ficción de buena calidad, y es obvio que los directores editoriales son los que más determinan ese futuro. Es probable que la supervivencia dependa de los editores jóvenes. Cuando una novela seria de un desconocido se publica en estos días, por lo común es porque algún editor joven se lo ha tomado a pecho. Por lo general, el director editorial le sigue la corriente. De hecho, ése es el costado caritativo del mundo editorial, y seguirá mientras los directores editoriales mantengan alguna fe en sus editores jóvenes, que, a su vez, logren apegarse a su coraje.

Los gerentes de librerías pueden preguntar: "¿Por qué no escribes un libro corto?" No necesitan manifestar su motivo. Los dos sabemos. Los libros cortos son libros delgados, y así ocupan menos espacio en las estanterías. Ergo, las estanterías pueden rendir más ingresos por metro. Pero ¿novelas cortas? Por desgracia, fui influido a edad temprana por Thomas Mann, quien decía que sólo lo exhaustivo es realmente interesante. Confía en Mann para hacer de uno un elitista encubierto.

Traducción: Elvio Gandolfo

Nota original: http://www.lanacion.com.ar/1052786-la-leccion-de-mailer

sábado, 28 de mayo de 2011

Conversaciones repetidas

En estos días de muchos bares y ratos de escritura, me crucé dos veces con el mismo señor.

El primer encuentro sucedió cuando estaba escribiendo en mi portátil, concentrado, y escuché que cerca mío alguien decía "Escribe a tacto...". No le di mayor importancia; de hecho no estaba seguro de que las palabras estuvieran dirigidas hacia mí. Minutos después el hombre se acerca hasta mi mesa y reitera: "Escribe al tacto". Era un señor bastante mayor. No recuerdo mucho su cara; al mirarlo no pude ver nada más que una especie de lastimadura perpetrada en la nariz. Sí recuerdo que le sonreí y asentí con la cabeza. Me preguntó de dónde era: "de Capital", contesté. Y luego me prodigó un soliloquio: "¡Ah! de Capital. Yo también soy de Capital. Ahí fundé una academia, bueno, usted no la conoce, es muy joven, pero hace cuarenta años fundé una academia de escritura al tacto. ¡Qué bueno que es escribir al tacto! Claro, en esa época enseñaba escritura al tacto para máquinas de escribir. Era más difícil. ¡Qué bueno que es escribir al tacto! se ahorra mucho tiempo. Yo en esos tiempos vivía por Libertador, a la altura de Callao. Pero claro, Buenos Aires ya no es lo que era... como Recoleta, antes no nos importaba tanto Recoleta como ahora". No sé a ustedes, pero a mí Recoleta no me importa mucho más o menos que cualquier otro barrio. Con mi simpatía habitual, creo que le dirigí una sonrisa cordial y volví a mirar la pantalla de mi PC. El hombre volvió a sentarse.

Hace instantes, algunas mesas más allá, alguien dijo "Oiga, ¿usted llegó antes que yo o después?". Esta vez las palabras no estaban dirigidas hacia mí. Otra voz contestó "Después, creo". El primero continuó: "¡Ah! porque a mí todavía no me trajeron el café... perdone, ¿de dónde es usted?". "De Capital". Y creo que ya se imaginan el resto: "¡Ah! de Capital. Yo vivía por Libertador, a la altura de Callao. Pero claro, Buenos Aires ya no es lo que era... como Recoleta...".

Acaba de pasar frente a mí: "¡El hombre que escribe al tacto!", me dijo, y salió. Creo que después de esto me cae más simpático.

viernes, 27 de mayo de 2011

"Hay que envejecer con dignidad"

Cuando salgo a cenar, suelo ir acompañado. Es una forma sabrosa de compartir un momento con alguien, charlar un rato. Es no preocuparse por cocinar o lavar los platos, y permite cambiar un rato de ambiente. Anoche, sin embargo, salí a cenar solo ya que estaba lejos de casa y el hambre arreciaba.

Incauto, me senté demasiado cerca de la televisión del bar. Pasaban "Bailando por un sueño". No sé por qué me sucede, pero cuando hay una televisión prendida cerca no puedo dejar de mirarla. Aunque pasen la peor porquería, aunque tengan puesto un noticiero en mute y sólo vea a dos trajeados gesticulando, no puedo dejar de mirar.

En uno de esos avistajes de reojo (porque intentaba resistirme; juro que por pudor intentaba resistirme a que mis ojos fueran desviados a "Bailando por un sueño") vi a un tipo vestido igual que el sombrerero loco de Alicia en El País de las Maravillas.

Sombrerero loco
Loco de mierda (a.k.a. Aníbal Pachano)


Este hombre proclamó: "Hay que envejecer con dignidad". Yo me pregunto, señor, con todo respeto (o, en realidad, con muy poco): ¿qué es la dignidad para usted?

La RAE nos trae ocho acepciones para la palabra "dignidad", de las cuales rescato sólo dos por ser las más atinadas (igual... en ninguna cabe este tipo):


dignidad. (Del lat. dignĭtas, -ātis).
2. f. Excelencia, realce.
3. f. Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse.


Digo, quizás yo esté equivocado y vestir un traje turquesa y putearse con vedettes sea parte de la gravedad, el decoro y la excelencia que la dignidad precisa. Pero por alguna razón, yo creo que no...

martes, 24 de mayo de 2011

Los Toldos. Parece que la vuelta será pronta

Junín. Extraño lugar para poner una virgen...


Bien. Finalmente abrió la oficina de Pullman Gral. Belgrano. Me acerqué al mostrador con la simpatía, gentileza y humildad que me caracteriza: "¿Van hasta Sierra de la Ventana?", pregunté. Respuestas posibles a esa pregunta: "Sí", "No", "Dejame que me fijo". Lo que no me esperaba es que me dijeran "¿Eso dónde está?"

Y yo no soy un gran conocedor de la geografía bonaerense, pero hice mis intentos de explicar que estaba un poco al norte de la parte en que la pancita de Buenos Aires se comunica con la patita de la Provincia... digamos, al norte de Bahía Blanca.

Junín. Laguna (por si no se habían dado cuenta)


Esto, por desgracia, no alertó demasiado al señor encargado acerca de la ubicación geográfica de Sierra de la Ventana. Llamó entonces al celular de uno de los empleados de la sucursal de Pullman Gral. Belgrano de la localidad de 9 de Julio. Cortó y me dijo "Mirá, él no sabe, pero llamá a la sucursal de 9 de Julio, acá está el teléfono". Por qué no llamó él directamente a la sucursal en vez de llamar a su amigo por celular, nunca lo sabré. Luego me dijo "Preguntá también en 'El Rápido', que van a Mar del Plata... eso es cerca, ¿no?". Le señalé en el mapa la ubicación de Mar del Plata y él mismo se corrigió: "Ah, no... es para el otro lado". Aún así, la chica que estaba a su lado me dijo "La oficina de El Rápido está cerrada... andá al locutorio de enfrente que ahí suele esta el chico que atiende".

El surrealismo era ya tal que, creo, dejé de sorprenderme cuando en el locutorio de enfrente no estaba el chico sino su madre, que no tenía la menor idea de si El Rápido iba o no hasta Sierra de la Ventana. "Bueno, no se preocupe", le contesté, "deme por favor una cabina que necesito hacer un llamado". Y debí sospechar que en ese locutorio no habría cabinas telefónicas. No sé por qué fui tan iluso de creer que en ese locutorio habría cabinas telefónicas. Es que me cuesta aprender de la experiencia.

A varias cuadras conseguí un locutorio funcional. Hice la llamada, en la que me indicaron que ningún micro de General Belgrano sale de 9 de Julio camino a Sierra de la Ventana. "Ni cerca", le faltó decir al hombre. Más mojado que una frazada que se cayó en la bañadera llena y estuvo ahí por lo menos una hora, volví al hotel.

Tengo entonces cuatro destinos posibles desde aquí: Santa Rosa, Rosario, Mar del Plata o, la vuelta, en Retiro. Aunque el micro que va a Mar del Plata (empresa "El Rápido"), cree el chico de Gral. Belgrano, pasa por Tandil... pero creo que ya no tengo ganas de recorrer la Provincia hasta la otra punta. Y tampoco le creo mucho al chico de Gral. Belgrano, y el chico de El Rápido no viene hasta la hora de salida del micro.

Así, sospecho que mañana, salvo que me arrepienta, retornaré a mis pagos porteños y disfrutaré del resto de mis vacaciones en mi hogar, con un par de buenos libros y el renovado blog.

Amén.

PS: Van intercaladas algunas fotos del viaje.

De los toldos y renovaciones (no confundir con "renovaciones de toldos")

En esta tarde de lluvia, varado en el pueblo "Los Toldos" (Provincia de Buenos Aires), decidí recuperar este viejo blog, varado no en la lluvia sino en el tiempo, desde marzo del año pasado. Subí un cuento que tenía en el archivo: La biblioteca del Tío Jorge.

Y es que poco se puede hacer en un pueblo pequeño donde todos duermen a la hora de la siesta; un pueblo que ya mis pasos recorrieron muchas veces en los últimos días. Espero en este momento que reabra la terminal para ver hacia dónde puedo seguir mi pequeña vacación (tan pequeña que ni siquiera merece el plural). Lo único abierto es el bar que está al lado del hotel, donde ya me conozco a los mozos y unas cuantas mesas.

Sospecho que mi próximo destino será por el sur de la Provincia. Quizás Sierra de la Ventana, quizás Tandil. Dependerá un poco de la idiosincrasia de los micros y sus recorridos, ya que no quiero tener que pasar por Capital para tener que ir hacia otra parte. Hacer eso es como tener que pasar por tu casa de nuevo porque te olvidaste algo. No está bueno.

Algo que me ha llamado mucho la atención de este pueblo es el pudor de sus estatuas:


En esta foto pueden ver a una estatua cubriéndose con unas telas, ante la vergüenza de la mirada ajena, en plena plaza principal.

Y aquí una nota del diario Diario Tiempo: ¡"El lado oculto del consumo: El pollo amenaza con destronar el bife"! ¡zan zan zan zan!


¡Tengan cuidado, bifes! ¡el pollo avanza!

Sí... esas son mis fotos de viajes. ¡Qué le vamos a hacer!

La biblioteca del tío Jorge

Mi tío Jorge estaba muerto. Me enteré de ello días atrás con un lacónico mensaje telefónico de mis primos dejado en mi despacho de docente. No supe más del asunto hasta esta mañana, a través de un telegrama: el viejo me dejaba de herencia su antigua casona en las afueras de Buenos Aires.

Pasé mis clases completamente distraído, confundiendo las fórmulas químicas y sus valencias. La tabla periódica se me hacía esquiva; no podía dejar de pensar en la casa. Esa misma tarde fui a buscar las llaves y partí luego de algunos pésames obligados.

Hacía años que no cruzaba el caminito de losas del jardín. El enorme ombú a un costado. El enano de yeso junto a la puerta. El llamador de bronce. El interior olía a un encierro encubierto por el aroma del incienso. Los pisos de madera de los corredores, hinchados por el tiempo y la humedad, rechinaban bajo el peso de mis suelas. Los lúgubres cuadros de las paredes me observaban desde sus marcos de oro ennegrecido.
Prendí un velador ubicado junto al sillón de felpa roja del estudio, iluminando pálidamente los grandes anaqueles con libros del piso al techo. Hojeé algunos libros de aquí y de allá, hasta que llamó mi atención una estantería casi vacía, a excepción de un volumen tumbado en el estante inferior: una vieja edición de cuentos de Goethe. Me arrodillé a recogerla y noté que la alfombra estaba gastada como si el mueble hubiese sido movido con frecuencia. Tiré con fuerza de uno de sus bordes. Un viento helado me hizo temblar: detrás de la estantería, una brecha en la pared conducía a una escalera que se perdía en la negrura.

Bajé a tientas y esperé a que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Presioné un pequeño interruptor de luz que colgaba de un cable y quedé pasmado: enormes pasillos formados por estanterías se extendían hasta donde alcanzaba la vista: Shakespeare, Cervantes, Chejov, Kafka, Poe. Caminé no recuerdo ya cuánto tiempo con éxtasis creciente. El corazón se me aceleraba a cada paso, a cada nueva estantería, con cada nuevo volumen.

Me fijé de pronto en una novela cuyo autor desconocía por completo. La edición parecía nueva, con el papel aún a salvo del inevitable color amarillo que presentaban las anteriores. A su alrededor, algunos best-sellers recientes. Sorprendido de que el viejo pudiera estar interesado en esas cosas, solté una risa algo nerviosa. Caminé un poco más siguiendo el mismo pasillo: los libros y sus autores empezaban a serme por completo desconocidos. Tomé uno de ellos al azar y al abrirlo grité espantado: la fecha de edición era dentro de diez años. Tomé otro, y luego varios más. Todos eran del mismo año. En la estantería siguiente, eran ediciones de libros que saldrían dentro de once años, y en la siguiente, de doce. Caminé presuroso hacia el siguiente pasillo. Estaba repleto de libros de ciencia. Pude divisar el nombre de algunos de mis estudiantes y colegas entre muchos desconocidos. Me senté en el suelo mirándolos con los ojos muy abiertos. Saqué maquinalmente un cigarrillo del atado y lo puse en mi boca. Las manos me temblaban. Prendí un fósforo. La pequeña llama avanzaba despacio por la madera, secándola y carbonizándola, hasta que me quemó los dedos. El fósforo cayó, ahogándose en el piso frío.

Quedé petrificado al ver de pronto, sobre la estantería a mis espaldas, un libro de química avanzada con mi nombre escrito en el lomo. Mi foto estaba en la contratapa, mostrándome más flaco y canoso. No sé cuánto tiempo estuve viéndolo, de un lado y del otro, leyendo palabras salteadas y fórmulas, y nuevamente el lomo, la tapa, la contratapa. Rompí las hojas. Las arranqué a montones. Les clavé las uñas y los dientes. Cuando alcé la vista, allí, uno al lado del otro, varios libros más, de títulos diversos con mi nombre en el lomo.
Conocí en ese momento la locura de que todo tipo de libertad esté vedada, de que cualquier juego lúdico de investigación, tendría allí, impreso en letras inamovibles, su resultado preciso.

Atravesé corriendo la puerta de entrada. Detrás de mí quedaban el llamador de bronce, el enano de jardín, el ombú y unas enormes llamaradas saliendo del fondo de la casa, quemando despacito sus cimientos, secándolos y carbonizándolos, con todo lo que había dentro.

Enero de 2011